A. Martinez

De acá, de allá.

De allá, de acá, de siempre,

llega ella desde todas las cosas,

con un placer de vida entre los labios.

Salta a mis brazos,

arrancando de las manos

desnudas caricias,

desabrochando todas las sonrisas,

quebrando los relojes

con lo tibio de su cuerpo,

estremeciendo los ojos de la tarde.  

Se abre la blusa

y vuelan a mi pecho dos palomas,

caídas frutas llenas de miel,

que en su saludo,

despiertan el hambre intacta,

el indómito estremecimiento

alimentado por los besos.

Maduramos el amor a fuego lento;

con delgada letra cursiva,

nos retratamos recorridos intensos,

surcos sanados

que se inundan de sueños,

donde florecen frescos pájaros

azuleados de alegría.

Así quedamos,

barcas que se van deslizando

sobre rizos de trigo,

enamorando la claridad

que se atrinchera,

en la copa niquelada del día.