Mi esperanza murió tan lentamente
como rosas carentes de rocío
como muere sin agua un triste río
cuyo cauce se queda sin corriente,
Esperó que le abrieran corazones
que pudieran brindarle su ternura,
feneciendo en su calle de amargura
que matara sus bellas ilusiones
Vientos fuertes llevaron desencanto
con los cardos feroces del desprecio,
y pago por amar un alto precio
pues sus luces nublaron con el llanto.
La preciosa y fulgente llamarada
que en su pecho fulgía como vela,
fue dejando tan solo negra estela
de quimera que fuera destrozada.
El cajón que conserva su lamento
hoy se mira cubierto por la bruma,
donde flotan los sueños como espuma
donde yace, de amor, el sentimiento.
Autor: Aníbal Rodríguez.