Luis Eduardo Reyes Púa

Crónicas

A Juana María

 

Juana María tenía los ojos color de miel,

y una figura envidiable…

Juana María, no era infiel…

La noche de la venganza, en su habitación oscura

se disponía a dormir…

De repente, lentamente…

mientras los grillos que cantan a la soledad  impune,

se embriagaban con el llanto…

con su canto anochecido.

 

Los pasos de aquel verdugo se afanaban en llegar,

y la encontró recostada, con su ropón transparente.

 

¡Juana María! … ¡Juana María!

 

Juana María… tenía, la edad de las primaveras,

veintitrés fértiles años… y pensó vivir aún más…

Al manantial de sus pechos que manó leche y ternura,

se aferraba su retoño, aquella noche fatal…

Juana María… bella y pura…. frágil y fuerte a la vez…

De repente, bruscamente…

mientras los grillos que cantan a la soledad impune,

se embriagaban con el llanto, de su canto anochecido….

alguien la tomó del brazo,  y destrozó su ropón,

forzó sus féminas fuerzas, y le hirió en el corazón.

 

¡Juana María!... ¡Juana María!

 

Juana María, tenía un hijo por quien vivir…

Mudo testigo sin suerte.

La noche de la venganza,  Juana María vio a la muerte

y con ella se marchó…

Se le escapó la vida por las mortales heridas, que el verdugo le causó.

 

¡Juana María!.... ¡Juana María!

Juana María no responde, su esposo toca a la puerta…

Juana María yace muerta,

Desnuda y fría…

¿Quién fue? ¿Quién la mató?... Se preguntan los curiosos.

Julio calla su amargura… y su alma se parte en dos.

El llanto de un pequeñuelo se confunde en la desgracia,

mudo testigo sin suerte, que la muerte abandonó…

 

¡Juana María!.... ¡Juana María!

 

Juana María, tenía muchos sueños por cumplir…

Treinta y cuatro  puñaladas, le arrebataron sus fuerzas.

De repente, amargamente,

mientras los grillos  cantaban a la soledad

impune,  embriagados por el llanto de su canto anochecido,…

todo se quedó en silencio,

y una triste voz se oyó…

¡Juana María!... ¡Juana María!

Juana María, se ha ido…  

Juana María, partió…