Alejandrina

Memoria de lluvia

 

Y fue esta lluvia ancestral,

como un perfecto corro de hadas viejas

rasgando sus cuerdas de cigarras,

la que viene a beber un sorbo de mi sed,

y como ella, tú mi amado,

llegas y te adentras en mi ser,

como el otoño se interna en el territorio de Mayo.

 

Oh, viento presuroso, tu voz trajo  presagios

de lluvias cegadoras, de cántaros sin bordes,

de enhiestas lomas, inmensamente ansiosas.

Los espejos del alma esbozan

inquietantes sonrisas,

mas tú,  desnudas mis quebrantos…

y  la pared presiente a la mujer que anhela ,

soltar el vocerío de sus undívagas aguas;

sobre el alabastro  preciso de tus manos.

 

Amo sentir como se agitan los pájaros de sal

acunados en tus ojos,

solo ellos saben cantarle al mar

sin tan solo nombrarlo

y como dos arados

romper el cristal de los recuerdos;

fue en abril que bebimos

todas las alcarrazas de la niebla.

Tu entonabas la luz y con sus estambres

abrías  un portal entre mi espalda y mi pecho

donde acomodar allí tus formas y tus vuelos.

 

Somos la fábula inventada por los pájaros

como un desnudo árbol de un otoño remoto,

de copa invicta a orillas de lo eterno.

Yo vivo en tus palabras amor y eso me basta,

en la épica consigna de los besos

dejas la unción de tus quimeras entre mis brazos lerdos

lejos de los cenotafios de nuestros muertos.

 

Alejandrina.