Alexander J. Montero

Los hipocampos negros.

Servil la flor se entrega a morir,

Como se van ajando sus pieles de colores

Se apagan también las estrellas

Y mueren las luciérnagas.

Así en el cielo ocurren inimaginables explosiones,

Rayos estelares de impensables truenos

Pero en el suelo de ellos no nada sabemos.

Todo tiene camino y navío.

El destino existe para los que tienen un destino

¿Cómo podría no creer en él aquel que ve

Y lee los patrones en las alas de las mariposas?

¿Cómo podría creer en él, aquel que solo ve mariposas?

He de pretender soltarme a las derivas del agua y el viento,

No oponer al cause nunca las heridas

Y flotar como los muertos que veneran al mar,

Para ser como las flores, como la estela y la espuma,

Para navegar sobre el lomo de negros hipocampos

Que sin prisa van tras las corrientes

Que terminan sin tregua por arrancarnos a todos la vida.

¿Quién dijo que la espina al rosal no le embellece,

Qué el veneno a la serpiente no le escuece?

porqué todo está vendito y maldito,

Que la vida es un cauce que se conjuga a si mismo

y que todo por ende ya está escrito

Por un escriba cualquiera, probable es el infinito.