Wellington Rigortmortiz

* La Bestia Dominada

 

Desperté con la misma

furia de siempre

buscando preservar

y prolongar mi especie,

con la misma manía

voraz de hallar,

perseguir

y asesinar a mi presa,

alimentarme

de sus entrañas

y su carne,

poco importaba

si tuviera alma,

en el bosque

que ahora se convierte

de mis más

profundos lamentos,

descuidado caí

en una trampa mortal,

emboscado por el destino

mis esfuerzos por liberarme

fueron infructuosos,

cansado, herido y maltrecho

me rindo ante el destino,

la noche aplaca mas

a esta vil oscuridad,

he infrarroja mi visión

divisa una criatura

moverse

por entre los árboles,

prevenido esta mi instinto,

con la poca fuerza que me queda

me preparo para defenderme,

erizado, mis gruñidos

tratan de ahuyentarlo,

invisible velozmente se refugia,

es astuto y en la distancia

estudia mis reflejos,

mi comportamiento,

arremetiendo se escabulle

por entre mis extremidades

logrando que en cada

movimiento brusco

que realizo, la trampa

me desangre más y más,

ya débil y exhausto

dejo de moverme,

lentamente se acerca,

intento vanamente asustarlo

con un gruñido

mas la luz de la luna

me deja ver

una mano que se extiende

abierta hacia mi rostro,

sin ningún temor me acaricia,

mi corazón

deja de latir rápidamente, y,

puedo observarla completamente,

es una criatura tan femenina

como los placeres que la luna

en mi solitaria existencia

me provoca, delicada figura

de gran fortaleza destroza

la trampa que me aprisiona,

pero más devastadora y mortífera

resulto ser la suya misma,

liberado huyo,

mientras a la distancia

observo su figura y el brillo

de su rostro,

desde entonces no he podido

arrancarla de mi mente,

curiosamente escondido

la observo bañarse en el lago,

un extraño y exquisito sentimiento

se apodera de mi alma

y sacude mi cuerpo,

ella siente mi presencia

y coqueta me muestra su naturaleza

que se comunica con mi alma

a través de su cuerpo,

quisiera arremeter

con furia sobre su figura,

quisiera despedazarla,

pero con la pasión

de alimentarme el alma,

y sin darme cuenta me arroja

una roca,

y me reta con palabras rudas

invitándome a atacarla,

furioso y con un sentimiento

de posesión

doy un salto enérgico

sobre su naturaleza

presionando fuerte

y delicadamente a la ves

su garganta con mis fauces,

siento los golpes

de sus puños en mis costillas

mientras abre sus piernas;

negándose a ser sometida

sus manos

dejan de ser puños

y presiona sus dedos

en mi espalda, en grotescas

y apasionantes caricias,

mirando su cabeza

echarse hacia atrás

lanza sus conjuros

de algo que ella

llama deseo y amor,

mi sexo jamás fue alborotado

jamás fue devorado,

dejando fluir los deseos

soy presa fácil del momento

del instante, fuertes

y suaves sacudidas

parecen peleas

por preservar el territorio,

mis gruñidos se mezclan

con alaridos y aullidos

mientras se sacude

y menea exquisitamente

sobre mi convexo ser,

no sé cuántas centurias

pasaron para generar

mi existencia,

inocente siempre fui de

mi procedencia,

ahora comprendo

la inmortalidad de mis ser

a través de sus deseos

y mi existencia.