Alberto Escobar

MandrĂ¡gora

 

 

Dice la leyenda que cuando una mandrágora grita
es porque ha sido arrancada, y ese grito acabará
con la vida del que lo oye.

 

 


Me espanta


Me asusta la idea de dejar de verte.
Me abruma el peso de la atmósfera
sobre mi cabeza cuando pienso la
ausencia.

El hiato que retoza entre nosotros
es una playa desierta, fría y yerma
hace ya varios relojes de distancia.

Sin embargo, a pesar de todo,

NADA

de ti y de mí; rescoldos que yacen
desde que se vertieron las primeras
mieles, que siguen expectantes.
Luz suficiente para seguir ardiendo.

Me dijeron las lenguas de triple filo
que lo nuestro era flor de un día;
¡Erraron los muy agoreros, porque
fue de dos! 
Dos lustros llenos de astros de luz
que guardaron nuestra luna de miel.

El infortunio se me hizo compañero 
de piso, la hiel lo manchó todo cual
aceite lubricante contra el olvido. 
Fue la divisa de la Experiencia.

Ciencia.

Velo armas, cual quijote soñando
Dulcineas imposibles, desde ayer.
Cejo, me dejo vencer por la cordura.
Mente que concilia sueño y razón.
Sueño que hurtó a Alonso Quijano
su triste figura, y que no pudo por
menos que ofrecerle lo más valioso:

La Muerte.

Me cabe la honra en estos segundos,
que vuelan de los dedos al teclado, 
decir que prefiero vivir y morir en el  
intento que respirar lejos del hogar...