25.

Mi soledad

Llegué a un mundo equivocado y comencé a soñar de nuevo con la más profunda esperanza de aprender a vivir.

Parecía tan difícil entenderlo, el mundo buscaba una razón para romperme y sin querer sucumbí a su dolor. Me volví solitaria y comencé a anhelar todo aquello que fue mío, sabiendo que nunca volvería.

Aprendí a reír cuando menos lo necesitaba con la esperanza de complacer a quien menos me quería, temí perder aquello a lo que por fin pude llamar mío, lloré mil noches esperando que me abrazase y recobrase su felicidad en mi, disfrutando aquel momento que un día pudo hacerme tan feliz.

Tomé aquello que parecía perderse entre mis brazos y prometí no soltarlo jamás, tan efímero y verdadero, parecía deshacerse entre mis lágrimas, parecía querer dejarme, hasta que logré darme cuenta de que nada era real, mi propia mentira, mi propio dolor que recobró su esperanza en mí haciendo que cada minuto doliese más.

 

Me olvide de vivir, comencé a soñar despierta ilustrando en cada sueño todo lo que deseaba hasta que mi suerte, perdida en mi locura, acabase de romper por completo ese sueño que a veces dejaba entrever una pequeña y mentirosa realidad que deseaba.