Alberto Escobar

Rotundo pecho

 

 

Salir del paso
Vaciar el peso
Desentrañar el cañamazo
Desensañarse de los débiles
Desentenderse de sí mismo
Derramar la sangre en los brezales
Dirimir el desafío de la inocencia
con los caídos en la batalla.

 

Elegir siempre los atajos para
legar al grial - Vino esencial -
Llegaremos a donde llegaría si el
arsenal del que dispongo no
declinara su deber de destrucción
ante la imposibilidad que le concede 
la lágrima, que humedece.

No hay barcos sin atarazanas,
no hay atarazanas que soporten la
inacción del martillo que insiste.

 

El martillo que marca el compás
de la emoción, que se eleva al
palpitante desnudarse de emblemas.

La verdad no tiene carta de
naturaleza, somos tan pequeños que
no concebimos alternativa al ojo que
se nos cuelga del rostro, prefiero
llamar baciyelmo al concepto que se
somete a dos verdades, o a ninguna.

La bofetada rotunda que la sonrisa
asesta a las palomas que empedran
el alma, el rotundo pecho que se
despepita por descollar de la
excrecencia que nace a la piel sin 
vida ni esperanza, cuarteada a 
preguntas sobre porqués que ni
siquiera esos porqués sabrían 
responder si respondieran.

La razón me produce un hastío
ascendente con el paso de las hojas
del calendario, amarillo ya, casi... 

 

Y es que cuanto más me miro el envés
de mi epidermis más sinrazón detecto.
Vi, veo y veré siempre la sonrisa a flor
de mañana que se abre al rocío,
empanada de sentires que no precisan
de fórmulas matemáticas ni ecuaciones.

Tengo razones que la razón no entiende,
las que me dan sentido, hijo del viento y
del rayo de luz soy, luz que se cuela por
entre las nubes que enrojecen de sol.