Bea Rodríguez

A Ludovico Einaudi

Si supieras, maestro

La cantidad de noches que,

En tu música me resguardo,

Pernocto en un\'altra vita,

Me adueño de tus notas,

Las dejo caer en piel desnuda y blanca,

Entran, profundizan en mi alma,

Descansan, se asientan, me abrazan

Me atormetan, entre silencios que me derrumban

Me hacen sentir viva, más viva que nunca.

Me llenan, me matan y,

Me dan la vida de nuevo,

Como si tuvieran el poder de dar,

Como si nada antes hubiera importado,

Como si nada importara ahora,

Como si nada más fuera a importar,

Nunca, jamás.

Gracias, maestro,

Por esa magia mágica,

Que ama y deja ser amada;

Que se transforma,

Que habla en forma de corchea,

Y yo, que no soy digna de tal arte,

Admiro su poder, su fuerza natural

Y lloro, y me emociono

Como si llorara mi vida entera,

Como si no existiera la vida entera,

Como si todo fueran recuerdos de una melodía,

Interpretada por ti,

Escrita por ti,

Vivida por ti,

E impregnada en mi,

En cada poro,

Que Dios, Alá, Buda

Que la energía suprema,

Me dé, cada día de mi vida

La dicha o la desdicha,

De amar tus creaciones,

De sentirme así,

De que me duela tu música,

De que me ame tu música,

De que exista, tu música.