AndreaCuenca

Oscuridad

Lo odiaba.

Odiaba el estar tan cerca suyo y no poder ni hablarle, ni tocarle; casi, ni mirarle.

Odiaba soñar con ella, porque no lo hacía conmigo; ni me hablaba, ni me tocaba; casi, ni me miraba.

Lo único que me quedaba era pensar en ella.

La mayor parte de mi mente la ocupaban su risa, sus ganas, su tacto (el cual era inventado).

El sol me transportaba a su dorada piel, su mismo pelo.

El agua que bebía me alimentaba de sus ojos.

Los cantos de los pájaros ansiosos de primavera, no eran menos que su voz.

Y todo me hacía recaer en el único de mis recuerdos: ella.

 

 

A mi Claridad...