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Jardín del olvido.

Después del hachís
mis pisadas tomaron rumbo,
el dolor del viento en mi tempo,  
caminar en el fragmento
de la clepsidra liquida,
en la modernidad de la vida
evaporando pensamientos,
desarrollando muerte
en el anatema de mi alma.

Los poetas hablan no callan,
las heridas lloran en el alba
esos versos cosen sinceros
las coartadas del alma.  
Mi vida va sublime
en lo efímero del momento
sin destruir el mundo
escuchando las sabias palabras
de las poetisas suicidas
para tratar de no caer
en el abismo del degollado
ni del ahogado,
menos del ahorcado.

¡Soy poeta! grita mi ego.

¡Soy escribidor! grita mi razón.

¡Soy nada! grita mi don.

 

El jardín del olvido espera
en el sigilo del universo
o en su complejidad el multiverso,
con sus melodías insípidas
permanece varado entre auras,
con sus cantos que guarda del ave,
ave arcaico que posa sus flores
comiendo los pétalos muertos,
ese ave limpia la maleza
para el día de mi llegada.     
Sin noción del tiempo
el jardín del olvido
aguarda tranquilo.

 

Seguiré con los poemarios,
los volúmenes infinitos de los letristas,
desarrollando la prosa incolora,
la rima que llora.

                

En mi alrededor el abismo cruel,
la resurrección en las mujeres
en las voces que erizan el cuerpo
queriendo vivir otro poco,
moriré en el próximo verso
y las flores del jardín del olvido
llegaran a florecer sin morir
el ave comerá mis palabras
que le sabrán a nada
mi vida será la ausencia
del bendito jardín.