Tu presencia me disfraza.
Es leña en la llama de mi timidez.
Me hace frío en tu calor,
distante en tu cercanía,
torpe en tus habilidades,
mudó en tus palabras.
Y aún así, deseo tu compañía.
Tu ausencia me trastorna.
Es leña en la llama de mi impaciencia.
Me hace obsesivo en tu silueta,
ansioso en tu pensamiento,
vagabundo en tu ciudad,
perro sin dueño ni hogar.
Y aún así, sufro en tu compañía.
Sé que tú en mí,
jamás te fijarás,
que con tu eterna sonrisa,
y con tu dulce mirada,
me tendré que conformar.
Que si olvidarte pudiera,
curaría esta locura,
pero como no puedo,
sufriré eterna agonía.
Y aún así, anhelo tu compañía.
He de aprender a vivir,
mientras la muerte me esquiva,
con este verdugo amor,
que en mi tortura disfruta.
Que hace desterrar de mí
a la ardiente valentía,
acogiendo en mi interior,
a la fría cobardía.
Pués no me otorga valor,
para que pueda mostrarte,
lo que mi corazón grita,
y me aterra susurrarte.
Y al no alcanzar yo tu amor,
ni yo en tu amor encontrarme,
muerto a mí, me hace sentir,
y muerto para tí, me hace.