Ishtar

El Quijote del Sur.

Dedicado a Vicente Carrasco Espino de Tuxtla Gutiérrez Chiapas, mi queridísimo tío.

 

En algún lugar de un trozo de mi tierra,

crece un edén que es verde desde siempre.

 

Es el pequeño sueño,

de un hombre grande y fuerte,

como tronco de ceiba,

como río caudaloso,

que a veces cesa en su fluir,

y a veces fluye con la  fuerza de mil ríos siempre verdes.

 

En algún lugar de un trozo de mi tierra,

esa de eterno vergel,

de nombre impronunciable,

crece un edén que es verde desde siempre,

es un lugar escondido entre las calles,

y casas de techos grises,

de mi ciudad de caos,

y dura realidad,

difícil de entender,

difícil de explicar,

del Sur de un México que duele.

 

En el pequeño edén,

crecen mil hojas de mil plantas distintas,

y existe un oasis oculto a la tristeza,

de agua cristalina,

donde crece la vida,

nutriendo  el alma desgastada de muchos...

 

Un día  hace años,

jugamos con los niños a contar las estrellas,

y dormimos sin techo,

debajo de la luna,

y los grillos y cucos,

con ternura cantaron.

Una manta de estrellas

y la luna 

nos cobijó esa noche.

 

En algún lugar de un trozo de mi tierra,

crece un edén ,

que es verde desde siempre.

existe por el sueño de un hombre que conozco,

que lucha por vivir una vida distinta de la nuestra.

 

A veces lo veo en sueños,

de la mano de niños,

de la maño de niñas,

a veces bajo el sol,

convirtiendo la roca,

en roca fragmentada.

 

En algún lugar de un trozo de mi vida,

existe un oasis al que siempre recurro en mis recuerdos,

cuando mi patria duele.

Es profundo cenote,

cálido temazcal,

agua de lluvia tropical recogida,

en un cuenco de  barro y de cemento.

 

En algún lugar,

de un trozo de mi vida,

hay un hombre valiente,

que no cruza las manos,

que construye,

edifica,

que sigue edificando,

ese mundo que quiere,

que sueña...

que alguna vez soñó.

 

Me pregunto porque siempre sonríe,

si la vida es dura y es extraña,

pero él siempre fiel a sus raíces,

convierte la tristeza en cicatrices,

que lejos de doler,

curan el alma.

 

Aquí,

sentada en la penumbra,

de mis propios dolores que no entiendo,

recuerdo su valor y su coraje,

su talante genial,

su voz rasposa,

sus brindis sin sentido,

su fuerza inquebrantable.

 

 

En algún lugar de un trozo de mi tierra,

crece un edén ,

que es verde desde siempre,

donde habita un hombre,

flacucho y fuerte,

que resiste el embiste del tiempo y de los años,

amante del whisky y de la charla,

que ha leído el Quijote muchas veces,

que se sabe sus frases de memoria,

y pienso que quizá,

en algún lugar de la mancha...crecerá un edén que es verde desde siempre.