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JARDINES ESCOLARES


Mi jardín tiene atisbos de locura,
no razona lo llevado a cabo, florece.
Florecen entre sus hojas capullos,
diminutos capullos renqueantes
para el tiempo de los hombres,
si es que el hombre los espera.

Ágiles, fulgurantes por si mismos,
conmemoran en cada primavera
la hermosura simple de una vida,
abonados por la sabia naturaleza.


La lluvia amamanta a una tierra,
la tierra, alimenta la esencia del clavel
cual perdura con flor por corto tiempo 
en el violeta de los pensamientos, 
o el rojo de una atracción seductora.


Se restauran en ese otoño caido,
atrapan unos centímetros de más,
estiran las ramas sus brazos,
despreocupadas recitan y crecen.

Sin pararse a preguntar,
si perdurara lo marchito,
si estarán siempre en flor,
o serán atadas al olvido.
Sólo estrechan la vigencia
de este preciso instante,
el de la tierra y el agua,
el sol, el viento del ahora.

La humedad del agua las revive,
la luz, el calor, las revitaliza,
son bellezas amnésicas que inspiran 
sin plazo, no hay fecha, no hay hora,
sin cuestiones, para ese tiempo vivido,
que tan preciado, les ha correspondido.


Trémula desdicha no comprenden
las flores, son jardín desordenado,
necesitan apetencias primordiales,
no se estipulan en un soy quien soy,
no cuestionan con ¿de dónde vengo?
tampoco se preguntan ¿a dónde voy?
Ellas, optan por escuchar y captar
hasta los delicados crujidos del silencio
 


Se sumerge el clavel
y esas hortensias
en la dicha del baile,
son danzarinas sin velos.
Se zambullen en tertulias
con radiantes estrellas,
se columpian en la luna,
al compás de un movimiento
no rebuscan, no bravuconean.
Alentadoras, estando conformes,
sorben olores y respiran.


Con variopintas formas
en cada rama está el arte,
confiriendo una realidad
a lo soñado e imaginario.
Éste, su arte, no lo compone
al buscar el pincel del artista.


Una revuelta firmeza se enreda,
la enredadera que se empareja
estrecha lo por nadie establecido.
Es pintora de lienzos inmaculados.
 


Trompetas en mi jardín son los lirios, suenan,
cerezas tengo con la flor de las begonias.
Elegante la caida de las pinzas de una kentia
y los rosales regalan inocencia y apneas
pues sus pétalos se olvidaron de la necedad.


Tú, margarita, flor que determinas 
suponiendo, el amor que será o no será.
Impregna de resistencia, ese ficus
heredado de un ser muy querido.
Y esas otras que brotan y esperan....
ni el nombre de algunas me es conocido.
Ellas, son más antiguas que los nombres.
Completan la sapiencia de ese saber,
que mostrándose no es siempre sabido.
De la semilla esta, que fui y soy,
del tronco que a la tierra anda unido.
O de que un capullo se hara flor,
y lo meramente casual no ha existido.

Desprendo lo que la vida
me ofrece y en mi prende.
Como filtro de las esencias,
añado sensitivos matices.


Aderezado por la vida,
satisfecho me completo.
Restauro a cada paso,
propiamente teniendo,
validando al conjunto,
sin interrogaciones,
en labor mostrando,
continuamente expuesto.