MichaelJhon

Pasa y pesa.

Me pesa más lo ligero.
En el andar. En el andar.
Me pesa cual estropajo mojado.
Por lo húmedo que se está.
Lo incómodo.
Y la palabra mal seleccionada para describir cómo uno se siente.

 

Presionas tus manos.
Las cruzas. Te cruzas. Y cruzas la calle.
Imaginas ya no por deseo si no por pereza.
Imaginas todo cuanto quieres imaginar.

 

Imaginas y sueñas. Y piensas. Y piensas que todo está bien.
Y al decirlo en voz alta te preocupas.
Y entonces te dices que por haberlo dicho
puede que realmente solo quieras convencerte de ello
estando, por lo tanto, la situación no bien, si no mal.

 

Te sientas en el banco del parque. Y vuelves a pensar.
Por qué te haces tantas preguntas.
Y por qué el niño te mira y ese perro te ladra.

 

Y esa hormiga carga una hoja.
Y todos esos animalitos viven sin pensar
y viven y viven y ya.  

                     

Y entonces quieres escribir. 
Tienes tu cuadernito, desgastado, casi roto, guardado. 
Y te dices —No hace falta. Solo sigue pensando. 
Y piensa en algo bueno. Y verás que pasará.—

 

Y entonces piensas. Y vuelves a pensar.
Y te das cuenta que pensar mucho no es el problema, si no lo que piensas
y el pensamiento que conlleva lo que has de pensar.
Y a otro y a otro.


Y así confabulan
los segundos.


Y respiras.


Y te calmas.


Y el niño,
y el perrito y la hormiga
vuelven,
y tú echas a andar.