CARMEN QUINTEIRO

TRAVESÍA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuánto yo encierra un tú.

¿Cuánto de mí habita en ti?

A  la deriva.

Mal presagio, mar de fondo

y la vista que no alcanza la superficie: nos estamos hundiendo.

 

Mil excusas,

mil razones,

y todas sobran aquí debajo.

 

Suelto lastre. A ti no. No puedo.

 

El océano reclama nuestro contorno.

Vuelco el fondo, pero no hay manera de darle la vuelta a esta tragedia.

Hacia abajo. Hacia abajo. Y veloces.

 

Te suelta mi instinto de supervivencia.

Algo se aferra a mi brazo. Eres tú. Reclamas tu parte en mí:

Porque seremos  náufragos -dices- y quizá uno de los dos alcance tierra. Y nos hará falta estar completos. Me llevo lo que es mío. Dámelo.

 

Pero,

pero yo no sé separar esta mezcla de la que soy contigo

de la que era antes sin ti.

Tú tampoco lo sabes,

por eso comienzas a arrebatármelo todo:

tus manos como tiburones hambrientos sobre piel y despojos,

y el agua, que deshace mi esqueleto de papel roto, reclamando también su parte.

 

 

 

Y entonces, sí. Nada de mí en mí.

 

 

Y tú,

buscando la superficie,

tú,

tú te alejas.