Mallez

Entrega

 

Quiero ver en tus ojos el fuego
que agigantado por tenaz llama
ha dejado ese dios llamado Eros
que del amor a la pasión nos llama.

Y su fuego como un latigar suave
atraiga nuestros cuerpos al erotismo,
y nuestras caricias sean como un ave
que se siente libre en su ser mismo.

Quiero beber presuroso de tu boca
ese rico elixir por el cual sediento
con mis besos tú te vuelvas loca
y con los tuyos me dejes sin aliento.

De tus senos, como par de bebederos,
beber tu savia amorosa de la amante;
y estando en mis manos, prisioneros,
no apartarlos ni siquiera un instante.

Y Venus en aquel su monte oscuro
en medio de sus columnas se levanta.
Manantial y santuario en que puro
se bebe, se arrodilla y se idolatra.

Voy a recostarme sobre tu espalda
mojada como la mañana por el rocío,
y sobre tus sueños en que ya cansada
reposes tu cuerpo junto al mío.

Yo sospecho, mujer, que el lenguaje
por el que se rompen en estallidos
bajo aquel elixir, bajo aquel brebaje,
fueron nuestros besos y gemidos.

¡Qué bella entrega! ¡Qué bello placer
cuando en verdad se ama!
Yo te entregué mi cuerpo, mujer,
porque ya te había dado el alma.