Cae ya la tarde y yo ansiosa regreso a casa, se me hace eterno el momento de tu llegada. Presurosa trato de poner orden en la sala, voy a la cocina; ingiero algo rápido, preparo un café y miro por la ventana... ¡Ah! Los días nublados me encantan...
Recuerdo cuando nos conocimos, tú tan gallardo, tan divino; los dos corríamos bajo la lluvia y al doblar la esquina, nos miramos... los dos estábamos empapados, con la ropa adherida a nuestra piel; se podían ver nuestras formas, tu mirada bajó lento hasta quedar fija en mi pecho y... sonreíste.
Desde ese momento quedamos atrapados uno del otro, el amor hizo su magia en nosotros.
¡Oh! Escucho la puerta, ¡has llegado!
Corro a la ducha, me quito la ropa y me meto bajo el agua. Escucho tus pasos... mi corazón se acelera... abres la puerta... recorres la cortina del baño y me observas; te invito a ducharte conmigo. Te desnudas y me besas, recorres paso a paso mi cuerpo con tus recias manos y yo... suspiro. Tu boca ansiosa logra arrancarme gemidos incontrolables... y yo me dejo llevar por la pasiòn que generas en mi cuerpo, en mi alma... Te suplico me tomes por completo y sonríes con malicia diciéndome: poco a poco amor mío. Nos amamos con delirio, piel con piel, como si ese momento fuera nuestro último encuentro... de placer.