Inexistente

El espejo de los siglos.

Entre las cartas del acaso
en medio desde la manga oculta,
destellan trigos blancos de corazón dorado;
y reflejos de espiga, desgranadas de su trigo
diezmadas por las gotas, de luna hacia el vacío.
Sin duda esos reflejos, perdidos, y en progresivo oscilo
(eslabones perdidos, provistos de antítesis,
perpetuados en aquellos, sobre el origen mismo)
existencia confusa y libre albedrío.
Extrapolados como plaga, en un lugar y en otro
como ánimas en condena; con sus desconcertados índices
señalando el norte;
el cerro, la cañada;
el linde, la alambrada.
Y quizá ni importe
si no hay un vuelta atrás.
Cual trigos remaduros
y errantes con sus bocas,
con sus almas,
y pieces vacilando;
deambulos pajarillos que sobrevuelan
(ante el clima adverso) en franca desbandada,
que viéndose al espejo, reflejan fementidos;
y remotos,
astrales trigos blancos, de corazón dorado.