Samuel Santana

La inquietud de los pájaros

El invierno llegó como siempre:

taciturno, gélido y, por demás,

muy triste.

Las horas transcurrían como el

misterio que vaga sin destino

por los intersticios de los

sueños eternos.

Las aves se alborotaron en el

instante mismo en que cayeron

las primeras hojas.

Todo el espacio, insondable

y húmedo, pareció cubierto de

un gris metálico impenetrable.  

Percibieron al mundo inocuo,

disperso y carente de un rumbo fijo.

A través del viento errante

escucharon las voces de los hombres

que aniquilaban la paz con

arcabuces oxidados.

Sobre las aguas,

estremecidas por la inseguridad

de los pueblos,

embarcaciones negras buscaban

fanales en puertos olvidados.

Pero bajo las nubes negras,

así como en todo el relumbrón

del horizonte,

era evidente la temerosa desolación,

y eso agitaba el alma

de los navegantes.