Alas de Plata

La calzada de las huellas

 

 

 

El andar ha cesado, los pies se detienen por inmarcesible,

sobre un instante de escritorio, o de espera, o de arena muerta,

el cuerpo gira la trayectoria, un cuello se dobla, unos ojos

unos ojos asestan un golpe inmortal al camino que ya no es.

 

Pero hoy no es nostalgia el motivo del giro ni tampoco cansancio.

Es una pregunta entre sus escombros, y la hace, se la hace y la expulsa

¿de todas las huellas en ruinas cuáles son las más importantes?

 

Un sombrío silencio se acentúa, penetra en las distancias del tiempo,

esa distancia que ni siquiera los escritos pueden dar lugar al roce vivo.

 

Las columnas derruidas de los templos al amor comienzan a murmurar,

y entre ellas discuten por todo lo que llegaron a construir en su apogeo,

“nosotros fuimos el mejor de los nosotros ¿te acuerdas de..?”,

y la cabeza del cuerpo asiente y no del todo.

 

Los parques sin árboles y las plazoletas con grietas de muy atrás,

también se unen al debate y argumentan sobre la inocencia,

de los relojes que se caían y que con tiritas cicatrizaban al momento,

“aquí jugabas sin mañana, sin trabajo, sin obligaciones ¿te acuerdas de..?

y la cabeza del cuerpo asiente y no del todo.

 

Las más cercanas tabernas que cerraron, con sus diálogos y sus carcajadas,

también exclaman su laurel, y gritan sobre la inconsciencia,

y las que tantas veces hizo falta los viernes que venían y que ya se fueron.

“por aquí te dejaste caer y llevar, ¿acaso no te acuerdas de...?

y la cabeza del cuerpo asiente y no del todo.

 

Y no del todo porque la cabeza a vuelto a sus pies,

y cada peldaño, cada trozo de pavimento está incrustado entre sus dedos.

Y no del todo, porque a ambos lados de la cabeza,

se encuentra todo lo que ha sobrevivido al desbarajuste.

 

El andar ha vuelto a su sitio, los pies vuelven a ser efímeros,

sobre un instante de camino, o de ruta, o de marea palpitante,

el cuerpo gira para seguir su trayectoria, un cuello recto

mira de frente y a veces balbucea por la brisa, y sus ojos,

sus ojos asestan una caricia grácil a la compañía que le sigue,

es decir, a todas las huellas que ahora son importantes.