Yasuara Melgara

Lo que no supimos ser

Te amé una vez, sin escudos ni medida,

cuando creía que eras verdad, no salida.

Y en tu boca encontré promesas sin peso,

mientras yo sostenía lo nuestro en exceso.

 

La herida llegó con palabras cortadas,

y el alma cayó, sin guerras, quebrada.

Pero volvimos… no al amor, sino al borde,

donde la amistad finge que no se desborde.

 

Jugamos a ser “como antes, sin nada”,

pero la risa sonaba forzada.

La cercanía volvía por ratos,

como lluvia leve en charcos rotos.

 

Luego otra vez, la distancia educada,

compromisos, silencios, rutina marcada.

Y yo, que aún buscaba ese algo sincero,

me aferré a los restos de un vínculo austero.

 

Regresaste de nuevo, sin máscaras puestas,

como si el pasado se hubiera ido a fiestas.

Hablamos, reímos, con trazos gastados,

pero algo en el aire dolía callado.

 

No era odio, ni rabia, ni olvido…

era el eco de lo no dicho.

Porque aunque confiaba en tu tono calmado,

el cariño ya olía a suelo pisado.

 

Nunca debiste ser ese amor de fuego,

sino el amigo que acompaña sin juego.

Y yo, ciega, quise hacer de tu sombra

un hogar que no supo ser alfombra.

 

Por eso hoy, que fingimos \"estar bien\",

hay más incomodidad que sostén.

No porque falte memoria o cuidado,

sino porque el alma no borra lo amado.

 

Y así, la amistad quedó mal herida,

nacida de un beso, no de la vida.

No fue sincera, no fue natural…

fue el intento fallido de no terminar.

 

Yasuara Melgara