el poeta del abismo

Las cosechas

Colgados silencios en medio del sereno se lucieron
y vuelos cansados de lechuza se perdían
entre la surcada eternidad en la que se estancó el agua


Perdidos arados arrancaron las noches de verano
era tiempo del hambre, de aquellla hambre
que golpeaba a los hombres contra los mudos serenos
y se lucia en la cumbre sin hora y sin pena


Llegaba solo el hambre
y ellos levantaban los cántaros.
El sol volvía cenizas a sus sombras.


Ha de ser cierto aquél crucero entre las manos
y aquella cosecha del hombre sobre el barbecho.
¡Oh temporada verde, reliquia entre los ojos!
Ha de ser cierto que luego desempolvaban su sombra
y dormían en la vieja tierra colorada
sobre el campo aquél
donde las siembras encaminaban la muerte al suspiro


Aquellos eran venideros de la noche,
de las sierras, los traía el hambre, el olor de la mañana
y largas tierras de barro asentaban entre sus ojos
como eroticas manos sin sales ni amarguras.


¡Ah!, el barro es el tiempo qué todavía huele
a ciertos tiempos deseados de tu boca.
Mas pronto las espigas se cayeron,
volvía la carne y la fuerza de los hombres,
volvían las mujeres, el calor de sus senos,
volvía la calma a ser parvada entre los meses,
volvía la muerte a ser herida y a ser suspiro.