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Muero.

Ansiedad en las venas,
frenesí por cortarlas,
terminar estas charlas
que me dejan con nauseas,
pensando inútiles ideas,
amando la nada.

La crítica de mis adentros
me pide la muerte,
morir hoy, aquí mismo
a un costado del folio,
terminar con mi existir,
vaciar las sustancia de mi ser,
crear un charco con mi alma
y lo absorban las cucarachas.

No hay tiempo de vivir,
la libertad que tenía se evaporo,
se fue en la espuma de los días,
en las orgías de fines de semana,
en el sexo casual sin protección,
en la pasión del trago amargo
del beso con sabor a adiós.

Que Dios me perdone,
que el Diablo me reciba
y la muerte me adore.

Moriré esta noche,
tal vez lo logre.

Quiero encontrar inspiración,
antes de mi último suspiro
saltar al abismo de mi corazón,
conocer las verdades que guarda,
comprender las cavidades,
los defectos de mis armas.

Sé en mi intelecto
que mi yo interior
es un demonio
que emergió del infierno,
él controla mis movimientos,
los bailes de la vida,
escribe los renglones de la misma,
en ocasiones emprende el viaje,
para llevarme al origen,
como lo está haciendo,
aquí hoy en mi muerte.

Tinta roja cae a la pluma.
Las aves me huyen,
no quieren regalar más plumas,
sigo usando alas de pájaro muerto,
la tinta negra me quema,
lo único que llena lo blanco
es la sangre de mis venas,
que escriben con ansias,
las ideas que me cansan.

Mí poema más largo
es la peor estupidez,
el viento lo escucha
y huye de mis palabras,
el silencio grita de furia,
para ahuyentar al ruido,
en plenaria lo digo
para causar odio
a mi alegría
que ya no ha sido vista
desde hace mil días.

Suena el clic del gatillo,
cae la cuerda en el vacío,
colores fluorescentes,
arcoíris indomables,
mi corazón pierde,
la paz y la guerra se unen,
mi sangre mancha,
se agota,
muero.