Puede ser que él camina por la izquierda y ella por la derecha,
que ella no esté en el grupo de personas con las que se tropieza a lo largo de la vida en los paseos por el centro,
que no van a la misma cafetería porque a él le gusta el pan suave de la esquina y a ella remojar la tristeza en los cappuccinos de a la vuelta.
Puede ser que cuando iban a tomar el mismo tren, ella cambiara al último segundo de vagón por uno no tan lleno, y que el amor no se bajara en la misma estación.
Puede ser que van a la misma biblioteca pero que ella lee novelas y él sobrevive de pura poesía, o de casualidad que es casi lo mismo.
Puede ser que vayan al mismo instituto, pero que ella salga de clase a las dos y que él cancelara esa clase para darse un respiro.
Que temprano los sábados ella salga a trabajar y él a correr un rato, pero que ambos pasen por el mismo lugar.
Que a ella le guste el cine y que él frecuente el teatro que esta justo detrás de su cinema más cercano.
Que a ella le guste Fito y a él el Jazz, y que en la tienda de música siempre estén de lado a lado.
Puede que se hayan visto alguna vez, y que él sea amigo de su padre, que ella ande dando vueltas despistada y el sin ganas de reír, que los llame la prisa y que no se noten porque sí.
Puede que él la haya visto por la espalda en el museo, y ella a él de reojo detrás de algún Botero, que el compre carne y ella solo vegetales y que hayan cruzado miradas una tarde en la sección de granos.
Puede que a él le guste el vino y que ella no beba,
que vayan al mismo bar,
que el cante y ella desafine,
que ella esté en la pista pero que él no baile.
O que él estuviese limpiando sus lentes justo cuando ella pasaba por su calle,
y puede que la tristeza no los dejara descansar.
Puede que sepan sus voces de memoria,
su silueta en los sueños,
la vida de tanto inventarse, les pesen las piernas de tanto correr,
los ojos de no mirarse,
de tanto esperarse… les puede doler.
Ir, con las manos abiertas,
la cara lavada,
no más hechos piel
y que putada que solo les falte coincidir.