Diaz Valero Alejandro José

Carta a mi volantín

 

Esta tarde fresca

que hasta huele a invierno

hay un viento alegre

que acaricia mi pelo,

de pronto un manojo

de hermosos recuerdos

llegan a mi mente

hasta sin quererlo.

Por eso me ves

aquí escribiendo

esta carta mía

para ti, compañero.

Amigo de la infancia

de aquellos tiempos

que ya se me fueron.

Jugué contigo

siendo un mozuelo

cuando te lanzaba

a buscar el cielo

y tú, valeroso,

sin el menor miedo

subías bien alto,

bien alto y bien lejos

para verme feliz

con mi cometa nuevo.

Yo soltaba el hilo

evitando enredos

con los tendidos eléctricos

que estaban al acecho

o a la amenaza de lluvia

de algún aguacero.

Siempre fuiste amigo

de eso no me quejo

en los tiempos aquellos

en que fui al colegio

y después también

cuando fui al liceo.

¿Sabes? Me hace mucha gracia

los nombres diversos

con que a ti te llaman

en distintos pueblos:

Papalote, cometa, barrilete,

amigo del viento.

Papagayo, astro, milocha,

colorido guerrero.

Pájara, petaca, cabellera,

el amigo bueno…

Y yo sólo te llamo,

volantín de mis sueños,

mi aliado y cómplice

juguete predilecto

que en cielos del barrio

con coloridos festejos

alegrabas la estancia

de tantos pequeños.

¿Sabes? En mi mente todavía

aquel recuerdo llevo

cuando te corté el hilo

con dolor inmenso

para no verte sufrir

enfrentando al viento

que soplaba fuerte

y hasta hoy lamento

que me fue imposible

mantenerte quieto.

Y te vi alejar

por aquellos predios

sin mostrar tristeza

pues te vi contento,

perderte de mi vista

sin remordimiento.

Después comprendí

con el paso del tiempo

que los volantines

dan entrenamiento

para que al llegar a adultos

o tal vez a viejos

de alguna manera

nos acostumbremos

que unos se vayan

y otros nos quedemos,

o tal vez nos vayamos

y a otros dejemos

cuando haya que separar

el alma del cuerpo.

Viejo volantín

todavía te quiero

atesoro en mi alma

tu intacto recuerdo

con muchos colores

y tu ronco acento,

por eso esta carta

en señal te dejo

porque te imagino

volando en el cielo

con tu hilo brillante

con luz de luceros

y la larga cola

que todos te vieron

volando y volando

por el mundo entero.

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Autor: Alejandro J. Díaz Valero

Maracaibo, Venezuela