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118. RELATO

 

 

118. RELATO

 

 

LOS AMIGOS INSEPARABLES

             

 

Autora: Eva María Rodríguez

 

 

Dante y Silas eran dos amigos que se pasaban todo el día juntos. Dante y Silas eran vecinos, iban al mismo colegio y jugaban en el mismo equipo de baloncesto. También iban juntos a ajedrez y formaban una fantástica pareja de tenis.

 

Durante el verano, Dante y Silas se iban con su respectivas familias al pueblo, con tan buena suerte que era el mismo. Así, Dante y Silas también pasaban juntos el verano.

 

Un día, los padres de Dante le comunicaron que tenían que mudarse a otra ciudad por motivos de trabajo. Dante y Silas se despidieron y prometieron llamarse y escribirse.

 

Poco a poco, los dos amigos fueron rehaciendo sus vidas y haciendo nuevos amigos. A Dante le costó más, porque estaba en una cuidad nueva y no conocía a nadie. A Silas le costó un poco menos, aunque seguía añorando a su amigo.

 

Todos los días, Dante y Silas se escribían mensajes. También hablaban por teléfono a menudo. Hasta que un día, Dante dejó de contestar a los mensajes de Silas.

 

-Ya ves, tan amigos que erais y ya se ha olvidado de ti -le decía uno de sus nuevos amigos-. Seguro que ahora ya tiene nuevos amigos y ya no te necesita. Con eso de que ahora se codea con la jetset..

 

Silas estaba enfadado, pero siguió escribiendo y llamando a Dante, con la única intención de decirle que era un necio y un desagradecido. Pero pasaban los días y Silas seguía sin saber nada de Dante. El enfado pasó a convertirse en preocupación.

 

-¿Y si le ha pasado algo?- se preguntaba Silas.

 

Silas le contó a sus padres lo que pasaba y les mostró su preocupación.

 

-Creo que es el momento de hacerle una visita sorpresa a Dante y a su familia -dijo mamá.

 

Silas y sus padres organizaron el viaje para ese mismo fin de semana. Cuando llegaron se llevaron una sorpresa de lo más desagradable. Dante no estaba en casa ni su familia tampoco. Los vecinos le dijeron que estaban en el hospital. Dante estaba en coma tras sufrir un accidente.

 

Silas y sus padres fueron al hospital. Cuando los padres de Dante los vieron llegar se emocionaron muchísimo.

 

- No quisimos decir nada para no alarmaros -dijeron- . Está muy mal.

 

Silas se coló en la habitación y le cogió la mano a su amigo. Le pidió perdón por haber pensado mal de él y le contó todo lo que había pasado durante esas últimas semanas. Todos asistieron, estupefactos, al despertar de Dante.

 

La familia de Dante regresó a su antigua casa para que el muchacho se recuperara. Estaba claro que necesitaba a su amigo para superar todo lo que le quedaba por delante.

 

Cuando Dante se recuperó del todo, su familia y él se volvieron a marchar. Silas aceptó la situación y prometió no volver a desconfiar jamás de su gran amigo. Con el tiempo dejaron de hablar tanto, pero su amistad duró para siempre.