Esteban Mario Couceyro

Madame Dridi

Pasó por mi vida

como esos antiguos paquebotes

enormes, misteriosos

envueltos en humo

y nieblas

amanecidas del puerto.

 

¿Cuál puerto fue?

no tiene importancia alguna

bodegones de olores agrios

gente furtiva

abandonos y urgencias

sentados cada uno en su mesa

jarras de cerveza

con miradas rojas.

 

Ella apareció

a contraluz de la puerta

estatura de hombre

vestida con flores

y un chapeau

oscuro con tres rosas

en la cinta

fumando un cigarro turco

en boquilla de ambar.

 

Sus cabellos rubios

enmarcaban un rostro fuerte

aliviado por los ojos

de increíble color mar.

 

La voz del tabernero

la recibió

Bonyour, madame Dridi “

y ella contesta

con profunda voz

Bonyour Pascal, comennt ça va”.

 

Ella cruzó el salón

con firme taconeo

con las botas de muchas presillas

y una valija

de lona beige, con vivos de cuero.

 

El tabernero

en la barra le habla al oído

y ambos miran a mi mesa

yo hago un gesto

y ella viene a sentarse.

 

Bonyour monsieur...”

dejando la valija, en una silla

nos sentamos

y Pascal, nos trae cogñac.

 

¿ Monsieur…?

Interroga mirándome seria.

 

Señora

Puedo decirle cualquier nombre

dígame González

con eso basta

¿que necesita de mi?.

 

 

González, debo regresar

a París.

 

Señora, es sencillo

unos boletos…

mañana sobre el medio día

sale un barco.

 

Mi salida debe ser discreta

llevo información

y debe llegar

¿que puedo hacer?

 

El Astrid, un carguero

con destino a Bilbao

que sale al amanecer

…………………….

el capitán es un amigo.

 

Las horas pasaron

en el bodegón

conociendo a una mujer

interesante

corresponsal de guerra

de Le Matin

en el canal de Suez

perseguida por agentes del Kaiser

cuando aún

había damas y caballeros

en ese sucio juego.

 

Amaneciendo

Madame Dridi, aborda

el carguero Astrid

envuelto en humos y nieblas

vestida de marinero

y una valija de lona beige

a mitad del portalón

se da vuelta

y me mira por última vez.