Hugo Emilio Ocanto

/// Sabía de tus mentiras /// - Poema- Monólogo - - Autor e intérprete: Hugo Emilio Ocanto - - Grabado -

Sabía de tus mentiras

 

Sí, las sabía.

Desde un principio.

Desde el día en que te conocí.

Como hombre confiado y de fe,

pensé que con el tiempo cambiarías...

Pero, una vez más, me equivoqué.

No estoy arrepentido

de haber vivido lo que vivimos.

Desde hace mucho tiempo

me resigno aceptar.

Siempre aceptar.

Aunque tenga destrozado el corazón.

¿Qué ganaría con amargar?

Podría llegar a enfermar.

Y aunque tenga los años que tengo,

quisiera vivir unos años más.

Te conocí en un momento

de soledad y desesperación. La tuya.

Con un hijo concebido...

de padre desconocido.

Nos conocimos en la calle,

en un día de lluvia e intenso frío.

No tenías con qué protegerte

de esa intensa lluvia.

Esperabas un taxi, igual que yo.

Ofrecí te pusieses debajo de mi paraguas.

Aceptaste agradecida.

Y el destino quiso que allí

comenzase nuestra amistad.

Se acercaba un taxi.

Le hice seña, y detuvo su marcha.

Te invité a subir y llevarte

donde fueses. Aceptaste.

Pero dentro, me confesaste

que no tenías dónde ir.

Allí, comencé a dudar de ti.

Di la dirección al conductor.

Nos llevó a la pensión

en la cual yo vivía.

Ya habíamos acordado que vendrías conmigo.

Allí fue donde comenzó mi calvario.

Allí comenzaron tus mentiras.

Ambos estábamos empapados.

Éramos conscientes de dónde terminaríamos...

Dándonos un baño, y después,

a la cama, completamente desnudos...

Nos cubrimos con frazadas...

aunque nuestros cuerpos ya estaban

muy candentes, debido a la desnudez

de nuestros cuerpos... y nuestros deseos...

Sin palabras... comenzamos con nuestro

juego amoroso, hasta llegar el momento

de una total introducción...

hasta el fondo...

Gozamos como dos salvajes animales... humanos...

Te pregunté dónde dejaste tu hijo.

Me respondiste que había quedado

en casa de tu madre, pero que tú

no tenías muy buena relación

con ella últimamente.

Que no tenías trabajo en ese momento.

Y que vivías de lo que tus amantes

te pagaban por una noche de placer.

Quedé mudo, sin hablar, sin preguntar más...

Así fueron nuestras futuras noches de sexo...

Una mañana, después de haber

gozado ambos, como todas las noches,

me dirigí a trabajar.

Y tú, como todas las mañanas,

te quedaste un rato más en la cama.

Me estaba quedando sin dinero,

y debía seguir trabajando...

Aunque esa mañana

fui yo el que mintió.

Pues era día sábado,

los cuales no trabajo.

Quería espiar a ella

dónde se dirigía al dejar la pensión.

Me quedé cerca de ella, esperando...

Y... gran sorpresa, veo que entra

al edificio, un compañero mío de trabajo.

Al rato, veo que él y ella, salen...

Toman un taxi...

Hago yo lo mismo, detrás de ellos...

Llego hasta la casa de mi compañero.

Espero un muy extenso tiempo.

Toco timbre. Me atiende, en ropa interior...

Me hace pasar.

Se sorprendió de mi visita.

Le dije que  también yo estaba sorprendido

de su visita... en mi pensión.

Me explicó que quería invitarme

ir al club a jugar a las cartas,

para después almorzar unidos

a unos amigos. 

Sé que estás con mi amante, le dije.

A lo que él respondió:

Sé toda la historia de tu amante.

En un tiempo fue la mía.

Desconocía que estaba contigo.

Le dije que la llamase.

Ella apareció.

Y fue en ese momento que me enteré

que era sólo una mujer de la noche.

No tenía madre, no tenía hijo.

Vivía de su trabajo, de sus amantes de turno.

Le dije que pasara por la pensión

a retirar sus cosas.

Y a mi amigo, que más tarde

nos encontraríamos en el club.

Cada uno siguió el camino de su vida...

 

Derechos reservados de autor

Hugo Emilio Ocanto

28/02/2017