Inexistente

Buenos amigos.

Descendió el pie
a la cálida hondonada del zapato viejo
acariciándole la espalda.
Le toma el pulso,
le pulsa la temperatura,
le revisa las venas que le atan la suela,
ciñendo las agujetas se abraza de él
y lo anima a caminar.
(No hay mejores amigos
que un pie y un zapato viejo).
Un día uno de ellos ha de rendirse,
un día uno de ellos ha de aburrirse,
uno de ellos un día ha de morirse.
(Creo que para estos camaradas no habrá cielo.
Si lo hubiera;
desde ahí
el que parta primero
esperará impaciente a su confidente
que añorará su partida en el suelo
-mi incauta elucubración-).