Alberto F. Alvarenga

La tristeza de un adiós...

Que triste sentir tiene la brisa en mis mejillas,
al secar las lágrimas de mi opaca mirada…

 

Que amarga se torna la felicidad, al contemplar
tu mano diciéndome adiós con dolor.

 

Se acobarda mi alma al contemplar los desafíos
que a mi paso se abalanzan… y saber que en tu
compañía, mi fuerza y fe descansan.

 

Se siente romper mi corazón, al acariciar los recuerdos
que con ternura me regalaste… llora mi alma al saber
que la persona que me ama, hoy me ve partir.

 

A tu corazón pediré perdón, si alguna vez entre
sollozos le lastimé con mi rencor… fue quizá por
algún viejo recuerdo del pasado.

 

La magia de tus ojos viaja siempre en mi memoria, hasta
que el destino nuevamente me traiga hacia ti. Espera mi
regreso amada mía, no dejes que la distancia
marque nuestro final y que los años sean como
el agua que se congela y abraza todo lo que yace en ella.

 

¡Volveré! Volveré por lo que es mío… por el candor en tus
mejillas y la melodía en tus palabras. Por el consuelo que
me brindas cuando llega la tormenta, y danzas para mí con tus
pies descalzos a la luz de los destellos que se prenden en el
cielo y entonces… ya no será un adiós.