Dialec

Con TU nombre

Yo caí desde un barranco de almas desahuciadas girando sobre mi cuerpo, desgarrado por las ramas de tus manos hirientes; destajado por las rocas de tu mente malévola. Mis vicios neuróticos quedaron solapados por el grito de tu indolencia. Cruda, fría y cínica te volviste al sonido de notas de voz.

Entre tanto, las virtudes puras de mis sacrílegos rompieron altares con tu imagen. Esas captaciones que en tiempos de gozo infinito, admitieron la distancia, sedaron el suplicio de un cobarde y esquelético sueño. Menguado y famélico por el hambre de tu boca.

Literalmente acabaste la batalla, inundada de vacios y leguas de contenido romántico, cursi y algunas veces sexistas. Esas escenas de pasión de noche, que dieron calor a tus yemas; que culminaron allá: en la fuente fluvial de tus máximos suspiros. Aquel baño, donde te ocultabas para satisfacer tus más íntimos deseos de tacto.

Imbécil fui, no cabe duda. La crudeza lexicográfica que planteaba tu despido era por así decirlo: taxativa. No cabía la negación , tu método era eficazmente absoluto. Que gran herramienta filosófica robaste de mi. Indiscutiblemente merecías cada fórmula de mis cálculos infinitesimales. Era increíble el análisis exhaustivo que conllevaba a la hora de escribirte. Que mediocres quedaron los Fenicios en su aporte al alfabeto. Que hecatombe de suspiros malgastaron los Griegos en su odiseas. La entrega, fue total.

Traté, nunca lo podrás obviar. Sí que trate mujer. Enmarque una lucha frontal contra las sombras del miedo y la neurosis. Me decían que todo era una entelequia, que el fin era irremediable. Pero ¿A parado el hombre por estas contingencias? Si querer es sufrir.

Zarathoustra era para Nietzche: la salida al pesimismo, la ruta hacia una nueva humanidad. De eso se trataba cuando adulaba tu esencia en mi. Eras bálsamo de sanación espiritual. Espantabas mis demonios, llegue a creer que eras la elevación que planteaba Gautama Buda. Que desperdicio de insinuaciones y aforismos desplegados.

Ahora ¿Qué queda? Nada, nada que hacer. Desaparecieron de mi todos los epicentros de inspiración, de aquellas vehementes carreras contra el olvido mágico. Que la perpetuidad mística de tu olor endulce el espacio; que ya es bastante duro: del lenguaje sin ti.

 

Wiston Llovera