B Quinchanegua

Maldición

Maldición

─ ¿Adormecen letras mudas los pesares arraigados en la histeria?

─ y en la bruma,

 y en los días cuando no brilla

en aludes montañosos, el sol de la comuna.

─ ¿aparece?    ─ ¡aparece! Entre el viento

y la brizna que susurra, no un alma,

no un cuerpo, no un silencio siniestro.

de la sombra… de la ausencia… nace un verso.

─ Vive.  ─ que viva, o que muera en la nada

de cuya entraña taciturna proviene

y a donde, con premura, la casita de palabras

con poeta y todo, al fin: converge;

─ pero… ¿si es alegre el escribiente

y en el orden de sus letras no hay sino escarchas,

no cree usted acaso, que el frío de la muerte

se funda en la magia de las rimas a sus anchas?

─ ¡imposible! Una vez el sentimiento aflora

en un verso de arte mayor, o menor, o tan libre como quiera,

la condena del que expresa, del que dice, se asienta y prolifera.