Adrian Labansat

RÉQUIEM PARA UN ACTOR

 

Una tarde comió un racimo de luz hasta indigestarse de sombras,

en el lugar diminuto, su cuerpo destrozado relumbra sobre camino de muertos,

abrazado por  hojas de eternos otoños

su gesto inmóvil es el gesto de los vencidos,

donde aquella mirada lo precisa todo.

 

Convertido en objeto

así arrebataron su libertad y  entendimiento.

 

No le fue  dado encender

los ramajes del amor,

su destino  se dio la vuelta

antes  de alcanzar el lugar luminoso donde dos  suelen resplandecer,

camina con los muertos,

principio de todo destino, final de las  hojas, 

como zafiros oscuros bajo los brazos de un otoño encendido,

arrolladas sobre senderos,

misterios enterrados en el tiempo,

momentos ígneos donde solo hay lugar para la derrota.

 

Con la luz del polvo alambrada por la noche

en ese valle de gestos  los cuerpos solo son la lejanía

cuyo amor  subterráneo aleteo en todas sus formas,

en todos sus intentos,

ramificado sentimiento donde el deseo produjo su realidad de raíces abiertas

donde emergen heridas rojas colgadas en los atrios.

 

Estuvo aquí

bajo el brazo,

bajo la memoria,

bajo las tumbas,

bajo el corazón,

en voz baja,

en silencio,

fue el vértigo,

lápiz perdido,

una carta,

un lugar sin destinatarios

bondad y maldad como lo mismo.

 

El alma se le ha quedado a solas, se quedo en un rincón dolido con el viento, 

herida del miedo hallado en la orilla del mundo,

hay tantas maneras de morir e ir muriendo

como amar y ser desamado,

le faltaron fuerzas para caminar sobre el mundo

se esparce su cansancio infinito sobre este dolor desarbolado y sincero,

cubrió su cuerpo con sus sueños vacíos sobre lo que le ha quedado,

pero no hay nada que lo cubra del frío donde antes hubo calor de sueños,

hoy decapitados sus cabezas resbalan al mar

su eterno silencio es remolcado por bandadas de aves moribundas.

 

Para ser preciso hay que decir que la herida  abrió la puerta para su muerte 

se asomo a los espejos,  repaso  los días a gatas,

no hay plenitud posible y solo el amor fue su infancia.

 

Acude a los funerales de su padre con el rostro roto

tiene una sonrisa para esconder su tristeza,

un traje fino para esconder su pobreza,

aquí guardo los retazos de su monologo

lo transcribo en las hojas que me regalo el viento.