Juana Otaño

Aprendizaje de un grande

Calmo esperaba el Sol

En lo más profundo de su cueva

Para a todos con su magia poder tocar

Y de sus penas amparar

 

Estaba entonces el sol caminando

Para una de sus presas poder acechar

Cuando a lo lejos a una vio

Y de sorpresa aulló

 

No podía comprender

Que su esperada y deseada víctima

Encendida ya estaba

Y de alegría brillaba

 

Intimidado el Sol se le acercó

Y cuanto antes al oído le preguntó

Niño, cómo es que te has encendido

Si aún por mi gracia no has sido bendecido

 

Y así fue como tranquilo el niño respondió

Sol, tu llegada no he esperado

Sino que detrás de ti he caminado

Y así, tu luz he encontrado

 

El Sol sintió algo repentino

Era por primera vez

Que dentro de lo más profundo de su vientre

Comenzaba a ver que extinguiéndose estaba su fuego mortecino

 

Sorprendentemente el Sol no se asustó

Sino que comprendió

Que al niño debía seguir

Para que éste le enseñe a vivir

 

Fue así entonces como el Sol logró entender

Que suya no era la llama que contagiaba

Sino que no era más que el mero reflejo

De todos los regalados rayos de luz que por él pasaban.