Luis castro

NATURALEZA FATAL

 

Despierto…

Al abrir mis ojos, estos se encandelillan.

Mis sensibles pupilas no soportan la luz del nuevo día.

¡Un día más, Oh Dios mío!

Escucho los sonidos de la vida.

Los pasos de las personas que hablan, los carros que pasan.

A lo lejos una sirena que me hace presentir lo peor.

Los pensamientos se me vienen como torbellinos.

El trabajo, los clientes, la familia, mis hijas…

La vida me reclama.

Un cosquilleo de angustia se dispara y el vientre se remueve.

Sé que el miedo despierta conmigo y me hace sentir su presencia.

¡Aquí estoy! me dice.

Y  lo siento como el hilo podrido que toca todo el telar de mí sentir

Entonces el miedo se convierte en pánico.

Cojo las cobijas con fuerza y me escondo para no ver la luz.

¡Yo no quiero salir, No!

Todas las fuerzas enfermas de mí ser, rechazan la existencia.

No me gusta la vida, no quiero, ni puedo vivir.

Yo lo que quiero es morir…

Y muerto estoy.

El estado de aniquilamiento y postración es total.

He aquí un despojo humano que no sirve para nada.

De lo profundo de la angustia y depresión sale el grito desgarrador y desesperado:

¡DIOS! Ten misericordia de mí.

Y en instantes, siento una sensación de presencia, no de aire, sino de espíritu.

Y de pronto me veo levantado, como Lázaro, de entre los muertos y los escombros humanos.

¡Levántate y Anda!

Y soy puesto en la vida, y se me permite ir y hablar.

Y entonces comprendo que se está haciendo por mí, lo que por mi mismo no puedo hacer.

He aquí el milagro diario.

Yo no soy nada, Dios lo es todo.

¡Con que ésta es la perfección del creador!