Iñigo Eguskiza

Urbe

El semblante de mi ego canta

tristes tonos de índigo

tras el lívido rostro

de una mirada al infinito.

 

La desidia de mi talante sepulta

arrogante el perenne sendero

 de las escaleras hacia la nada

 con su insoportable levedad.

 

El enjambre de avispas trajeadas,

con su zumbido siempre codicioso,

revela el camino a la colmena madre

y a los huérfanos sin nombre que la habitan.

 

Y las paredes de cristal y cieno

arremeten contra el plomizo cielo,

para celebrar la arrogancia de

los insectos y su peculio.

 

¿Qué escondes tras tu sonrisa

heraldo de las malas nuevas?

Preguntóme aquel de colmillos

dorados y alma podrida.

 

¡Ignorante! ¡Necio!

¡Varón de pensar infante!

Contesté con la angustia besando

el asfalto de azufre burbujeante.

 

Si mi sonrisa fuera un grito de júbilo

seríais sordos testigos.

Si mi sonrisa reflejara el vivir de mi alma

todos lloraríais conmigo…

 

 

 

Icarus