Hugo Emilio Ocanto

+++ Hombre y natura +++ - Autor: Kavanarudén - - Interpreta: Hugo Emilio Ocanto - - Grabado -

 

Te ví. Me acerqué en silencio y te admiré.
Mis ojos acariciaron cada parte y me sentí tan identificado contigo.
Ahí estabas, en medio de los naranjales. Desnudo e indefenso.
A tu alrededor varias ramas secas y miles de tréboles en flor. Querían ofrecerte un poco de alegría. Compañía en tu hiriente soledad.
Tú, impasible, sereno, paciente.

Admiré tu entereza, a pesar del crudo invierto. Admiré sobre todo, tu paciencia. Paciente esperas el regreso de la primavera. Esperar y confiar. Dos verbos que en este momento me cuestan mucho vivir. “La paciencia todo lo alcanza”, escribía, in illo tempore, la gran Santa de Ávila.

A simple vista se pudiera pensar que estás muerto, mas no es así. En tu interior fluye la vida. Esperas la anhelada estación florida para cubrirte de nuevo de hojas verdes, de flores aromáticas, de frutos dulces y jugosos que serán la delicia de viandantes, animales y aves salvajes. Generosamente das lo que produces, solo esperando a cambio un poco de cariño, consideración, alguna mano que te roce y unos ojos que admiren tu humilde y sencilla belleza.

Descendí del camino, extendí mi mano y te toqué. Rugosa tu corteza, gélida. Recorrí cada nudo y acaricié el corte profundo de tu tallo central. Cerré mis ojos para sentirte. Hombre y natura unidos, quizás jamás se debieron separar. Uno el sostén del otro. Mientras más nos alejamos de la naturaleza, más perdemos nuestra humanidad.

El cielo gris nos cubría con su frío manto y algunas gotas anunciaban la proximidad del temporal. No me importaba estar ahí, en silencio, compartiendo tu soledad, nuestra soledad. Por el clima inclemente el camino estaba desierto, solo un “loco”, como yo era capaz de estarse en aquel momento, en aquellas circunstancias. Beata locura.

Algunas diminutas hormigas recorrían tu tronco, subían y bajaban en inquieta marcha.
Un pajarito pequeño se posó en una de tus ramas y comenzó su canto. Un canto que desafiaba el ruido de los coches y de la procesadora de arroz, que se encontraba no muy lejos de nosotros.

El tiempo pareció detenerse o eso quise yo en mi intento. Hombre y natura, complemento perfecto. No sé cuanto tiempo estuve contemplando, escuchando, dejándome sorprender. Un diminuto rallo de sol, se coló a través de las oscuras nubes e iluminó tímido aquel momento. Esperar paciente y dejar fluir, fui mi pensamiento. Tras un profundo suspiro, regresé al camino y torné a casa. Rumiando iba mis pensamientos, sumergido en mis sentimientos. “Esperar paciente y dejar fluir” repetía, mientras me confundía en medio de la multitud….