La Golondrina

Roma (al revés)

De esta ciudad yo un día 

ya no recuerdo bien cuál,

tal vez de primavera fría 

o de suave viento otoñal...

te traje amor, alma mía,

no iba a dejarlo quedar.

 

Te traje poesía mía

de un sueño de Navidad,

puede que torpe y fría

pero de alma que sabe amar.

Perdona si fui atrevida, osada

o solamente lo hice mal.

Pero una poesía de amor

hasta debe escribirse en el mar

para que las criaturas de agua

jamás la dejen marchar.

 

 

Te traje calor, luz de mi vida:

Fuego en mechero vulgar.

Pero si no cuidas de él

ya nunca más volverá.

 

 

Eterno como el silencio,

Temible como la oscuridad.

Aquel que yo sólo encuentro

cuando en ti pienso y no estás.

 

 

Aquel que en mi interior encendiste

lejos en ese lugar

donde yo te miraba triste

y tú echabas la vista atrás.

 

 

Hacia un amor lejano, pasado,

como río que muere en el mar,

sin posible retorno

sin vuelta al mismo caudal.

 

 

No querías amores, decías,

sufrir y volver a llorar.

Sólo cerrar los ojos

sólo una sonrisa olvidar.

 

 

Pero recuerda, mi vida, 

el agua sale del mar.

Sube al cielo y forma nubes

para la tierra regar.

 

 

Nacen flores, cielo mío,

la primavera vuelve a empezar.

Los pájaros cantan canciones...

las que un día te hicieron llorar.

 

 

Pero en otro tono, flor mía,

ternura de mi rosal.

En el del retornado rey

que su trono vuelve a ocupar.

 

 

Mas no me quisiste, qué pena,

tú aún estás en el mar...

guardando barcos hundidos

gastando rocas con sal.

 

 

De las playas en las orillas

vas y vienes:

adelante, atrás...

no se escapa por ahí, amor mío,

tienes que aprender a volar.

 

 

Sube al cielo y mira,

mírame en esta ciudad,

de donde el amor que te traje

nunca quisiste cuidar. 

 

 

Allá tú, espina mía,

Quédate ahogando en el mar.

Tal vez halles un torbellino...

y mueras un poco más.