Alberto Escobar

A Rosario Vercelli.

 

 

Me seduce tu mirada de noche iluminada
con clara luna suficiente al noctámbulo.
Sueño ser el amanuense de los poemas
que dedicas a tus platones imposibles
y, a continuación, desparramar la papilla
de colores y sabores que aderezan tus
quimeras sobre tu piel que, a modo de
brasa, cocerá mis ilusiones y las hará nada,
nada-de-nada-porque-no-soy-nadie:
solo una foto que escribe y palpita al
otro lado del ostracismo, y emite ondas
de radio para conectar con quien me sepa
vencido tras la trinchera vespertina.
Sé que si llevara a carne un anhelo
fundado en la imaginación, la mirada
profunda y castaña oscura que lanzas al
vacío se convertiría en barrotes de oro de
una cárcel de amor.


Me conformo con que existas, y si lo merezco,
con que me dirijas alguna letra, aunque sea

                                                                           muda.