Diego Nicolás García Contreras

Rúbrica (8)

Bailo como una canción cuando se impregna en el alma
Y como el fuego antes de extinguirse.


Brillo como arena en una noche de luna
Y como tus ojos conteniendo el sol candente.

El perro corre hacia la bola,
veloz.

El viento se baña en la cascada iluminada
y todo es paz.

Hasta que un sentimiento necio nace en las tinieblas,
tras las rocas mojadas,
en la morada del último tábano. 


Ya hecho lo que está al alcance de esta sádica pasión
Verme la cara se tornó un milagro.

Si me baño o no, 

sigo siendo el accidente irrevocable
que nace desde la fuente desconocida,
de las profundidades de la pureza
tocando asuntos de la perfidez.

Acariciando el destino con garras lascivas,
escupiéndolo con amor de gotas cayendo en la cara de un día caluroso.

Estampidas de voces ,

estruendos voraces. plañideros, 
agazapados sin tinta,
los lápices fecundos de la única vertiente.

Energía mentalizada, recogiéndose el día en reversa la elegía de la mentira a lo loco.
el sonido de este táctil sujeto 
que se descoloca en júbilo ya es la gran cosa.

Se la pasaron inventando sonidos desde el otro mundo,
Enlazado la vida.

A mi me tocó esta sequía
inverosímil de tu uña rota.

Como tronó el tono de su cintura metálica a la luz noctámbula de las noches de fiesta.

 
Y yo aquí,

sigo viendo registros completos

de huracanes ciegos que palpitan de nuevo en tus ansias fugitivas,

girando hasta el cruce de miradas;

se enredaron a propósito
con un suspiro.