Franz Talithier

Los náufragos no tienen quien les llore (Segunda versión)

Los náufragos no tienen quien les llore

 

 

 

Para verte partir me reclaman los ojos el final de brindis

y un atardecer empalagoso; un beso en la mejilla con cigarro de viuda,

los rechazos de un adiós que no logro encontrar.

Esos labios se mancharon con nuestras pocas palabras, y

es por eso que hoy escucho de tu boca un sepulcro de vasta muerte;

algo que grita, algo cercano que me ahuyenta.

Me entierro, solo a veces, para esperar tu cruda voz,

camuflándome con el traje de los podres

navíos.

Oh, me devoro en esta ausencia con las manos enlazadas!

 

Silencio.

Es la calle que me habla como bautizándome con su idioma.

 

El zumo de la tristeza dejó una isla esta noche.

Ahí está mí sombra que se reduce a cenizas.

Negando a la vigilia su rimero de promesas.

 

Los náufragos no tienen quien les llore, como estatuas

inmóviles de razón.

Inmóviles por besar la tierra de lo desconocido.

Todos ellos escriben un poema.

Mis letras de sangre solo sirven para su ofrenda.

 

Vieja naufraga, de las calles, de viejos bares,

tírame las redes de tus ojos acabados!

Y es que la lluvia de palabras mías en tu boca se han anclado,

tus ojos siendo perlas, mi sonrisa en su reflejo.