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A HELENA DE TROYA...

 

Vino el día declinado

en primavera... a dormir invicto

en el pliegue inicuo de su labio,

allá donde el viento se desdibuja

y proclama el áureo sol...

su inmortal y tácita belleza;

 

De ónice...

la lágrima que se vence,

de ópalo...

la oscura sementera

de su olvido,

 

derramado muy generosamente

en su divina providencia,

me seduce etérea y temerariamente

por extraña y magnánima incoherencia,

 

en la severidad

desaconsejada

del alma... inapropiada

en que se anuncia.

 

 

 

 P.D.: (Dedicado a todas las Helenas del mundo,

en nombre de aquella que arrastró a Paris y a la

mismísima Troya, a una guerra interminable... ).