rrodriguez

En la montaña

Tengo el puro amor de la montaña,

y en este sol que me acompaña

me voy comiendo una dulce caña.

 

A mis sentidos eufóricos estimula,

más que la ciudad que me estrangula,

el ambiente apacible que aquí se encapsula.

 

Mucho más que las selvas infernales,

plácenme las sendas tropicales

del verdor de los platanales.

 

La amarillenta guayaba en mi sendero,

Con mucha solicitud y esmero

la cojo rápidamente y no espero.

 

Más que el grito de la bocina

en una congestión, a mi alma fascina

el cantar de la golondrina.

 

No hay nada más que me enamora

que oír la música sonora

de los coquíes cantando en la flora.

 

El agua de los manantiales prefiriera,

y siempre en la montaña estuviera

en los charcos de la Cordillera.

 

No cambiara hermosas mariposas

por los carros y las cosas

que en la ciudad son brumosas.

 

La montaña fecunda y pomposa

celebra su fortuna y se goza

y sin vergüenza alguna se rebosa.

 

El respirar de los vientos

son eurítmicos ráfagas de alientos

que no hay en la ciudad de cementos.

 

Y el fulgor de las luciérnagas rutilantes

que en las noches vuelan ambulantes

y en la montaña brillan como diamantes.