Samuel Santana

Un fiel amigo

Triste y solitario caminaba

bajo la sombra pálida de

un árbol deshojado.

En el rostro y mirada de los

hombres buscaba el descanso,

la calma y la palabra justa.

Todo era silencio,

confusión e incertidumbre.

Más tú diste a mi alma fuerza,

solaz y aliento.

Pusiste mis pies sobre

roca segura, inconmovible, firme.

¿Qué pueden hacerme las muchas

aguas y las armas forjadas?

Tú trazaste cerco de fuego a

mí alrededor.

Cuando creyeron que caería,

me hiciste fuerte como el trueno

y tan ágil como el relámpago.

El estruendo de tu voz espantó

las tinieblas, disipó la angustia,

humilló los enemigos y sacó

la luz y la justicia.

¿Quién no exaltará y

reconocerá tu

maravilloso nombre?