Amalia Lateano

EL PÉNDULO DE FOUCAULT

 

No necesito expresar tu nombre para ratificar que estoy viva. Mi anagrama se agota en el tuyo donde me descubro y me multiplico una y otra vez. Como sabrás sigo con este oficio de escribir para que un poco de lo que fuimos perdure. Para poder encerrar los días explorándonos en nuestros desencuentros.
Me interesa este momento porque antecede a todo, que es decir a la Muerte, porque es sublime al igual que nosotros. Continúo presintiendo como cuando me reclinaba y sorprendía mi pupila tu rostro de perfil, con los ojos entregados al descanso... Se dibujaba en la penumbra de la habitación; donde divisaba el lado más mío de tu cerebro en tu frente. En tu cabeza. En el lugar que no le pertenece ni perteneció nunca a nadie. Es ahí donde reside el verdadero Amor. Soy una presencia que no ves pero que sabes que está ahí. A tu lado. Y conjeturada muchas veces. Me has buscado creyéndome cerca. Y sí, algo de mí estaba contigo.
He estado y estoy siempre ansiosa de vocablos que me trasladen hacia algún territorio y salgan desde el desvanecimiento particular que me supera y me devora.Pero la sombra se ha quebrantado. El desapego es una dócil alucinación de plenitud y deleite, que se esfuma con cada palabra que busca su predestinación.Lo que desconozco de los dos son las horas y los espacios que jamás lograremos revelar. Es el tiempo perdido. Sin rotación. Semejante al péndulo de foucault, en el Ecuador.-   Amalia Lateano