kavanarudén

El ocaso de Rosa

 

Lento te apagas Rosa querida.
Cual blanco pabilo vacilante.
Sumida en silencio lacerante.
Ahogas dentro de ti la herida.

Tus ojos otrora luminosos
han perdido su luz y su brillo.
Eras incansable cual chiquillo,
con pasos seguros, vigorosos.

Cuánto quisiera estar a tu lado,
acariciar tu cansada frente, 
hacerte sentir cuanto te he amado.

Siento tu perfume de azahar. 
Doloroso tenerte en mis venas,
!Oh madre! y no poderte abrazar.