Alastor Salazar

El cielo por el clima, el infierno por la compañía

Se está tan bien aquí, en la oscuridad, en el silencio, en la plenitud de la nada.
Abrazo a mi chica por la espalda, como la pieza del rompecabezas, como el lego del mismo color, como la letra que completa la palabra en scrabble, como la nada y el todo.
Cuando le abrazo de esta manera o ella me abraza a mí se está tan bien, se puede todo.
Trump no fue presidente, México ganó poder contra el dólar, Colombia firmó la paz, el hombre llegó a Marte y se acabó el capitalismo y el diálogo clasista.
Llegó por la madrugada a mi habitación sin bragas, quitó la cobija y me deslizó la ropa interior, se montó sobre mí y comenzó a moverse como si saliera a hurtadillas de la cárcel de Alcatraz, se movía despacio y me gemía al oído, suspiraba mientras acariciaba su espalda por debajo del camisón, sentía su coño humedecerse, su corazón empalmarse como si existiera alguna conexión desde sus pezones, los chupaba. 


Te amo nena, te amo, siento tu alma y ella se movía más rápido, amanecía y nuestros cuerpos cedían, me dijo te amo nene, te amo y yo apreté sus nalgas y ella sonreía y me miraba; eres mía y yo soy tuyo, Soy tuyo y tú, nena, eres mía.
Mi chica rompió mi coraza llena de espinas y atravesó mi cuerpo con su lengua.
Sus jugos resbalaban por mi pierna y me dejó poner semen en su vientre. Nos sacudimos, nos apretamos, nos enviciamos, nos conocimos y nos aprendimos.
Mi chica me hace pensar que todo es posible, me lo dice y yo le creo.
Ella sonreía, toda frescura y juventud, toda paz y satisfacción, creo que nunca la había visto tan hermosa, como la única flor que alumbra un jardín de mala hierba
El primer rayo de luz fue para su cadera y poco a poco se fue reflejando en el cuarto.
Se acomodó a un lado mío, pegó su cuerpo con el mío.


Joder, que aquí se está tan bien. El mundo parecía contenido en su totalidad, dentro de un par de gigantescos paréntesis.
Mi chica respiraba paradisíaca, finita, adolescente aún, cada centímetro de su cuerpo como receptor de señales interestelares y expidiendo otras, su piel como si me llamara, sus lunares y pecas como ventanas entre el afuera y el adentro, el cielo y el infierno, su respiración haciendo subir y bajar perceptiblemente el milagro de sus senos. Allí, junto a mí, mía.

¿Hicimos el amor?

 El amor nos hizo a nosotros, nene.