Pedro Perez Vargas

No, no estoy solo

No, no estoy solo. Me acompañan tus besos. 
Los besos que desempañan el cristal por el cual miro,
A través del cual suspiro, y veo como mueve el viento
Las hojas, que a cada momento, me recuerdan que eres mía.

No, no estoy solo. Me acompañan tus manos acariciando mi cuello,
El recuerdo de sentir tu cuerpo desnudo asido a mi cuerpo,
En danza de amor interminable hasta quedar ambos muertos

No, no estoy solo. No puedo olvidar tu olor embriagando mis sentidos,
La humedad de tu boca, la jauría de tus quejidos,
Que me hace creerte loca, cuando haces el amor conmigo.

No, no estoy solo. Aun veo tu cuerpo desnudo caminando silente, 
Veo tus grandes ojos oscuros, que lucen impacientes.
Desearte, ya no es suficiente; y poseerte, procuro

Me consumo en tu morada, y ya no tengo cordura,
He perdido la postura, pues a tus pies he caído 
Es cuando inicio el recorrido que me ha de llevar a tus entrañas 
Tu piel con mis besos se baña; y yo, todo tu cuerpo consigo.

Entonces en ese momento, es cuando voy despacio
Recorriendo tus espacios con mis besos atrevidos,
Y con cada espacio recorrido, siento encender la hoguera 
Que nos consume, tal cual fuera, dos metales que se funden

Sobre tu lecho, dos cuerpos se hunden cubiertos por sábanas blancas. 
Esta vez es una de tantas en que mis labios tocan tus cumbres.
Y así, lentamente, como de costumbre, beso todo tu cuerpo después de besar tu frente.

Mi piel, de sudor mojada; también hay humedad en tu vientre,
La cual me pide que entre, pues me espera tu alma.
Penetro despacio, con la calma de llegar a un puerto seguro.
En ese momento, te juro, eres la mujer más amada.

Ya no veo en tus ojos miradas. Tu cuerpo está todo contraído.
Sólo escucho tus quejidos que encienden más la llamarada.

Es cuando te siento enamorada, y que tu amor no tiene cura,
Que me amas con locura, que tu juicio está perdido
Y yo, por ti he enloquecido, pues me contagió tu locura;
Locura que dura y dura, y curarme no consigo.